Los últimos iskonawas
Domingo, 24 de febrero de 2013 | 2:05 pm
Hasta 1959, estas tres mujeres vivieron desnudas junto al resto de iskonawas que fueron "civilizados" por misioneros norteamericanos.
Ya casi nadie habla el idioma iskonawa: solo cinco ancianos, dos de ellos sordos. Cuando mueran, con ellos se extinguirán sus canciones, sus cuentos, sus piropos, su forma de pensar, todo. Será el fin de su mundo. Esta es la historia final del pueblo iskonawa y de cómo un puñado de personas en Ucayali está intentando rescatarlo de las cenizas.
Texto: Marco Sifuentes / INFOS
Fotografía: José Vidal
EN EL INICIO DE LOS TIEMPOS, el páucar asesinó a todos los jóvenes que se le acercaban, disparando las plumas de su cola como flechas.
—¡Chiseketereeee! —decía acribillando a decenas de jóvenes desnudos, que caían muertos al pie de su árbol, un gigantesco árbol de maní—. ¡Ashpaketereeeee!
—¡Chiseketereeee! —decía acribillando a decenas de jóvenes desnudos, que caían muertos al pie de su árbol, un gigantesco árbol de maní—. ¡Ashpaketereeeee!
Texto: Marco Sifuentes / INFOS
Fotografía: José Vidal
EN EL INICIO DE LOS TIEMPOS, el páucar asesinó a todos los jóvenes que se le acercaban, disparando las plumas de su cola como flechas.
—¡Chiseketereeee! —decía acribillando a decenas de jóvenes desnudos, que caían muertos al pie de su árbol, un gigantesco árbol de maní—. ¡Ashpaketereeeee!
Cuando ya no quedaba casi nadie vivo, se acercó un anciano hechicero al árbol gigantesco. El páucar lo miró un rato con sus ojos azules y luego le apuntó con la cola negra y amarilla.
—¡No me matas! —gritó el anciano, llamado Hanobo—. Solo quiero tu maní.
El páucar, agradecido de que por fin alguien se dignara a hablar con él, no solo dejó que el hechicero y su gente recolectaran el maní. Además, les enseñó a sembrar, a cocinar susalimentos y a preparar la uma (un especie de chicha de maíz fermentado y plátano maduro).
Desde ese día, la gente de Hanobo se llamó a sí misma “iskobakebo”, que significa “Hijos del Páucar”.
Ahora, las tres últimas descendientes de Hanobo llaman a su pueblo “iskonawa” (algunos escriben isconahuas). “Isko” es páucar y “nawa” es foráneo, extranjero o, quizás, exiliado.
EN EL INICIO DE LOS TIEMPOS, el páucar asesinó a todos los jóvenes que se le acercaban, disparando las plumas de su cola como flechas.
—¡Chiseketereeee! —decía acribillando a decenas de jóvenes desnudos, que caían muertos al pie de su árbol, un gigantesco árbol de maní—. ¡Ashpaketereeeee!
Cuando ya no quedaba casi nadie vivo, se acercó un anciano hechicero al árbol gigantesco. El páucar lo miró un rato con sus ojos azules y luego le apuntó con la cola negra y amarilla.
—¡No me matas! —gritó el anciano, llamado Hanobo—. Solo quiero tu maní.
El páucar, agradecido de que por fin alguien se dignara a hablar con él, no solo dejó que el hechicero y su gente recolectaran el maní. Además, les enseñó a sembrar, a cocinar susalimentos y a preparar la uma (un especie de chicha de maíz fermentado y plátano maduro).
Desde ese día, la gente de Hanobo se llamó a sí misma “iskobakebo”, que significa “Hijos del Páucar”.
Ahora, las tres últimas descendientes de Hanobo llaman a su pueblo “iskonawa” (algunos escriben isconahuas). “Isko” es páucar y “nawa” es foráneo, extranjero o, quizás, exiliado.
Pero de ellas y su exilio hablaremos más adelante.
Todavía estamos en el inicio de los tiempos y los Hijos del Páucar acaban de conocer la agricultura y la cocción. A diferencia de sus vecinos, los shipibos, que son ribereños y que por eso tuvieron contacto rápido con la cultura occidental, los iskonawa se adentraron más al monte. No pescan; esa es una costumbre shipiba. Lo que más les gusta a los iskonawas es el sajino trozado y ahumado.
(Eso sí, antes de cazarlo, le piden permiso a su yushin, su espíritu, tal como se los enseñó el páucar.)
Los shipibos y los iskonawas hablan idiomas parecidos pero distintos. Como el español y el portugués. No son dialectos, son lenguas de la familia lingüística pano, extendida entre las cuencas amazónicas de los ríos Ucayali y Madre de Dios.
El iskonawa es un idioma musical, lleno de verbos que son, en realidad, onomatopeyas. Esto, en teoría, evidenciaría una lengua poco abstracta. Sin embargo, también es bastante compleja: tiene hasta siete formas de conjugar el verbo en pasado (en español solo hay dos).
Por ejemplo, tendrían una forma distinta para conjugar los verbos del siguiente párrafo:
HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO, los iskonawas eran cientos, quizás miles. Pero un día decidieron cruzar un río. Mala idea.
Quizás por un momento se olvidaron de las lecciones del páucar y no pidieron permiso al río. Estaban a medio camino cuando, de pronto, una shushupe gigantesca, una víbora con un lomo como serrucho, tsaass tsaass tsaass y cortó los puentes que habían tendido. Los maderos cayeron res res res al agua.
Un grupo había cruzado y el otro, no. Los Hijos del Páucar fueron separados.
—Ahora somos enemigos —se dijeron de una orilla a la otra—. Cuando yo te vea, te voy a matar. Y cuando tú me veas, me vas a matar.
Los que cruzaron el río siguieron rumbo hacia lo que no sabían que (o quizás todavía no) era la frontera con Brasil, hacia lo que ahora es el norte de la Zona Reservada Sierra del Divisor.
En los últimos meses, la ONG Pronaturaleza y la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental han emprendido una campaña para convertir a la Sierra del Divisor en un Parque Nacional, la máxima categoría de protección ambiental posible. Un comité del gobierno deberá tomar una decisión en julio de este año.
Buena parte de la zona reservada ya está lotizada a madereros, mineros y a la petrolera colombiana Pacific Rubiales. Ascenderla a Parque Nacional podría salvar a la reserva de la depredación total.
Se dice que los iskonawas que viven en la Sierra del Divisor son “no contactados”, pero eso es un error. Hay reportes, que datan desde 1690 pero son más frecuentes en el siglo XX, de múltiples contactos con este pueblo. El patrón es el mismo: violencia. Asesinatos, robos, violaciones, esclavitud. No es sorprendente que su situación exacta sea, más bien, “en aislamiento voluntario”. Lejos de nosotros.
Pero los que se quedaron de este lado del río no pudieron mantenerse aislados.
HACE MEDIO SIGLO, la chica que todavía no se llamaba Juanita vio pasar un avión. Se asustó como si hubiera visto un meteorito. Pasó una, dos, varias veces. Volando bajito. Con mucho ruido. Y luego desapareció.
Juanita sabía que el avión, o nai itsa en su idioma, no auguraba nada bueno.
—Está viniendo mestizo para matar a nosotros —le dijo su joven esposo—.
Pero no eran mestizos los que venían en el nai itsa, sino dos misioneros evangélicos norteamericanos: Clifton Russel y James Davidson, de la South American Indian Mision. Era agosto de 1959.
Para entonces medio centenar de iskonawas vivían al pie del imponente cerro El Cono, quizás la última maravilla natural escondida del Perú. Su belleza simétrica, verde, solitaria, supera las palabras, en español o iskonawa. Ha sido llamado “el Alpamayo amazónico” por los pocos que han tenido el privilegio de toparse con él en medio de la más profunda selvabaja ucayalina, al sur de la Sierra del Divisor.
Para la chica que todavía no se llamaba Juanita, ese cerro era el Ruebiri y cantaba así:
—Juoooooaaaaaaah, así hacía Ruebiri —dice Juanita, ahora una coqueta bisabuela—.Hueco era. Por eso cantaba. Entraba mi abuelo por el hueco, como puerta, para hablar con su yushin , su espíritu.
Desde su avioneta, Russel y Davidson vieron las chacras de yuca al pie del Ruebiri. Y también vieron indígenas completamente desnudos. Los iskonawas vivían yurujaba, calatos. Algunos hombres se amarraban a la cintura un hueso de venado con el que se cubrían el pene. Las mujeres se colgaban una concha en el tabique nasal. Eso era todo. No hay un traje típico iskonawa; ellos vivían yurujaba.
La Biblia manda vestir al que está desnudo. Así que los misioneros emprendieron una azarosa marcha de diez días hasta llegar al pie del Ruebiri, junto a sus guías, los shipibos Roberto Rodríguez y Sinforiano Campos.
(Por ellos es que los iskonawas suelen apellidarse Rodríguez o Campos).
Si se hubieran encontrado con cualquier otro quizás la historia habría terminado, violentamente, aquí. Pero el grupo tuvo la suerte de tropezarse primero con el jefe del pueblo, Chachibai, que estaba en su chacra junto a su hijo. Los shipibos se adelantaron y les hablaron en un idioma que para ellos debe haberles sonado como el francés a nosotros:
—¡No nos matas! —entendió Chachibai que decían los shipibos—. Vas a comer maquisapa.
Era su forma de ofrecerles una vida mejor: el maquisapa es una presa difícil de cazar. Chachibai accedió a llevarlos a su pueblo.
Todavía estamos en el inicio de los tiempos y los Hijos del Páucar acaban de conocer la agricultura y la cocción. A diferencia de sus vecinos, los shipibos, que son ribereños y que por eso tuvieron contacto rápido con la cultura occidental, los iskonawa se adentraron más al monte. No pescan; esa es una costumbre shipiba. Lo que más les gusta a los iskonawas es el sajino trozado y ahumado.
(Eso sí, antes de cazarlo, le piden permiso a su yushin, su espíritu, tal como se los enseñó el páucar.)
Los shipibos y los iskonawas hablan idiomas parecidos pero distintos. Como el español y el portugués. No son dialectos, son lenguas de la familia lingüística pano, extendida entre las cuencas amazónicas de los ríos Ucayali y Madre de Dios.
El iskonawa es un idioma musical, lleno de verbos que son, en realidad, onomatopeyas. Esto, en teoría, evidenciaría una lengua poco abstracta. Sin embargo, también es bastante compleja: tiene hasta siete formas de conjugar el verbo en pasado (en español solo hay dos).
Por ejemplo, tendrían una forma distinta para conjugar los verbos del siguiente párrafo:
HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO, los iskonawas eran cientos, quizás miles. Pero un día decidieron cruzar un río. Mala idea.
Quizás por un momento se olvidaron de las lecciones del páucar y no pidieron permiso al río. Estaban a medio camino cuando, de pronto, una shushupe gigantesca, una víbora con un lomo como serrucho, tsaass tsaass tsaass y cortó los puentes que habían tendido. Los maderos cayeron res res res al agua.
Un grupo había cruzado y el otro, no. Los Hijos del Páucar fueron separados.
—Ahora somos enemigos —se dijeron de una orilla a la otra—. Cuando yo te vea, te voy a matar. Y cuando tú me veas, me vas a matar.
Los que cruzaron el río siguieron rumbo hacia lo que no sabían que (o quizás todavía no) era la frontera con Brasil, hacia lo que ahora es el norte de la Zona Reservada Sierra del Divisor.
En los últimos meses, la ONG Pronaturaleza y la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental han emprendido una campaña para convertir a la Sierra del Divisor en un Parque Nacional, la máxima categoría de protección ambiental posible. Un comité del gobierno deberá tomar una decisión en julio de este año.
Buena parte de la zona reservada ya está lotizada a madereros, mineros y a la petrolera colombiana Pacific Rubiales. Ascenderla a Parque Nacional podría salvar a la reserva de la depredación total.
Se dice que los iskonawas que viven en la Sierra del Divisor son “no contactados”, pero eso es un error. Hay reportes, que datan desde 1690 pero son más frecuentes en el siglo XX, de múltiples contactos con este pueblo. El patrón es el mismo: violencia. Asesinatos, robos, violaciones, esclavitud. No es sorprendente que su situación exacta sea, más bien, “en aislamiento voluntario”. Lejos de nosotros.
Pero los que se quedaron de este lado del río no pudieron mantenerse aislados.
HACE MEDIO SIGLO, la chica que todavía no se llamaba Juanita vio pasar un avión. Se asustó como si hubiera visto un meteorito. Pasó una, dos, varias veces. Volando bajito. Con mucho ruido. Y luego desapareció.
Juanita sabía que el avión, o nai itsa en su idioma, no auguraba nada bueno.
—Está viniendo mestizo para matar a nosotros —le dijo su joven esposo—.
Pero no eran mestizos los que venían en el nai itsa, sino dos misioneros evangélicos norteamericanos: Clifton Russel y James Davidson, de la South American Indian Mision. Era agosto de 1959.
Para entonces medio centenar de iskonawas vivían al pie del imponente cerro El Cono, quizás la última maravilla natural escondida del Perú. Su belleza simétrica, verde, solitaria, supera las palabras, en español o iskonawa. Ha sido llamado “el Alpamayo amazónico” por los pocos que han tenido el privilegio de toparse con él en medio de la más profunda selvabaja ucayalina, al sur de la Sierra del Divisor.
Para la chica que todavía no se llamaba Juanita, ese cerro era el Ruebiri y cantaba así:
—Juoooooaaaaaaah, así hacía Ruebiri —dice Juanita, ahora una coqueta bisabuela—.Hueco era. Por eso cantaba. Entraba mi abuelo por el hueco, como puerta, para hablar con su yushin , su espíritu.
Desde su avioneta, Russel y Davidson vieron las chacras de yuca al pie del Ruebiri. Y también vieron indígenas completamente desnudos. Los iskonawas vivían yurujaba, calatos. Algunos hombres se amarraban a la cintura un hueso de venado con el que se cubrían el pene. Las mujeres se colgaban una concha en el tabique nasal. Eso era todo. No hay un traje típico iskonawa; ellos vivían yurujaba.
La Biblia manda vestir al que está desnudo. Así que los misioneros emprendieron una azarosa marcha de diez días hasta llegar al pie del Ruebiri, junto a sus guías, los shipibos Roberto Rodríguez y Sinforiano Campos.
(Por ellos es que los iskonawas suelen apellidarse Rodríguez o Campos).
Si se hubieran encontrado con cualquier otro quizás la historia habría terminado, violentamente, aquí. Pero el grupo tuvo la suerte de tropezarse primero con el jefe del pueblo, Chachibai, que estaba en su chacra junto a su hijo. Los shipibos se adelantaron y les hablaron en un idioma que para ellos debe haberles sonado como el francés a nosotros:
—¡No nos matas! —entendió Chachibai que decían los shipibos—. Vas a comer maquisapa.
Era su forma de ofrecerles una vida mejor: el maquisapa es una presa difícil de cazar. Chachibai accedió a llevarlos a su pueblo.
Pero no, no vivieron mejor.
HACE TRES AÑOS, el lingüista Roberto Zariquiey, especialista de la PUCP en lenguas amazónicas, estaba trabajando su tesis de doctorado en Ucayali, cuando le pidieron ayuda para una shipiba. Zariquiey fue al hospital de Yarinacocha y allí conoció a Nelita Campos, que estaba muy grave.
—Yo no soy shipiba —le dijo Nelita cuando empezó a recuperarse—. Iskonawa soy.
A Zariquiey se le encendieron todas las alertas. ¿Quedaban iskonawas vivos? En algunos catálogos idiomáticos el iskonawa figura como extinto. Los iskonawas contactados en los 50 se habían desvanecido, desperdigados por todo Ucayali.
Aquella vez, Russel y Davidson no tuvieron mejor idea que “civilizarlos”. Los sacaron del pie del Ruebiri, los vistieron como manda la Biblia y los llevaron a Callería, a vivir a un poblado shipibo llamado Nuevo Jerusalén. Las enfermedades diezmaron a casi todos
—Cuando vivía en Ruebiri no me enfermaba. ¡Nada! —dice Nelita, quien tenía unos 10 años cuando llegaron los misioneros—. Acá hay bastante enfermedad.
Luego, en los 70, la hija de Russell murió ahogada en la selva y los misioneros regresaron a los Estados Unidos. Los pocos iskonawas sobrevivientes quedaron abandonados a su suerte. La mayoría se fue de Nueva Jerusalén. Una verdadera diáspora.
Por medio de Nelita, durante tres años Zariquiey se dedicó a reunir a los últimos iskonawas "contactados". Su proyecto: la documentación, el registro y la revitalización del idioma iskonawa. A través de la PUCP, donde es profesor del Departamento de Humanidades, y la Tufts University, consiguió un financiamiento de la National Science Foundation.
Según The Economist, salvar un idioma cuesta 192 mil dólares por un trabajo de tres años. Zariquiey y su compañero José Mazzotti, investigador de la Tufts, no han conseguido tanto dinero. Pero tienen un plan.
ANTEAYER, llegamos al Zambito, una ex discoteca convertida en albergue en el caserío de San José, a 40 minutos de Pucallpa. Aquí, una decena de iskonawas, reunidos desde distintos rincones de Ucayali, está trabajando junto a Zariquiey, que les paga una remuneración semanal por su tiempo.
De los diez, solo cinco, los más viejos, hablan iskonawa fluidamente y aseguran pensar en ese idioma. De ellos, dos, los varones, están casi sordos. José Rodríguez, que alguna vez se llamó Chibi Kanwa, se sienta y mira al grupo con una sonrisa. Pablo Rodríguez, esposo de Nelita desde que ella tenía 10 años y él 15, escucha un poco mejor pero, la verdad, tampoco aporta mucho.
—Ya está viejo mi marido —se ríe Nelita.
Lo cierto es que las mujeres iskonawas parecen envejecer mucho mejor que los hombres. Nelita, que ya debe pasar los 60 años, conserva una larga cabellera azabache. Más sorprendente aún es Juanita, la mayor del grupo, que ya tenía hijos cuando llegaron los misioneros en el 59 y que tiene solo una que otra cana por allí. Juanita casi no habla español, sino una mezcla de iskonawa con shipibo.
—Mi irukuin —me dice con una sonrisa picarona.
"Te está diciendo que eres bonito", me traducen. Lo malo es que me entero de que también le dijo lo mismo a Zariquiey.
—Es gente muy cortés, muy cariñosa, muy física. Te tocan mucho cuando te hablan —explica el lingüista—. Y nunca me habían besado tanto.
"Mi irukuin" es una forma encantadora de expresar simpatía, afecto, cariño. Si el iskonawa desaparece, nadie volverá a piropear así a nadie. Nunca más. Esa forma de amor se habrá perdido para siempre.
Salvar lenguas es, cada vez con mayor apremio, una emergencia cultural en un mundo en el que, gracias a la globalización, algunos calculan que el 90% de idiomas habrá desaparecido dentro de 100 años.
En el Perú, tenemos una gran riqueza idiomática: según la Unesco, albergamos más de 60 lenguas, la mayoría amazónicas (un fenómeno curioso: en las zonas calientes del planeta hay más diversidad de idiomas). La mayoría de ellas, también, en serio peligro de extinción.
—Cuando pierdes un idioma —dijo Kenneth Hale, colega de Chomsky en el MIT— pierdes una cultura entera, una riqueza intelectual, una obra de arte. Es como tirar una bomba en un museo.
AYER, Isabel se aburrió de hablar del pasado. Ella es la más joven de los cinco iskonawas y quiere hablar del futuro.
Isabel es la hija de Juanita. Debe rondar los 55 años, era casi una bebé cuando llegaron los misioneros. A los 12 años su mamá la casó con alguien de 40, que le gritaba porque ella no sabía cocinar. Tuvo dos hijos, que se enfermaron y murieron.
—Así mi vida pasando —dice—. Yo he sufrido.
Por eso, ella quiere hablar del ahora y del mañana. Isabel denuncia que en la únicacomunidad iskonawa reconocida oficialmente, llamada Chachibai en honor a su último líder, casi no quedan iskonawas. Algunos shipibos, no todos por supuesto pero los suficientes, los maltrataban, se burlaban de "los calatos" y los trataban de ignorantes.
El líder de Chachibai se llama William, un chico de 24 años que es mitad shipibo y mitad iskonawa y que también está trabajando con Zariquiey. William, jean a la cadera y poloapretado, acepta que la última familia iskonawa que queda en Chachibai es la suya.
Los otros iskonawas denuncian que Chachibai, en el límite con la Sierra del Divisor, está tomada por los madereros. La última comunidad iskonawa, formada en el 2003 y protegida por la ley peruana, es, en realidad, shipiba y no está realmente protegida.
Isabel sabe que hay dinero en el mundo para lo que en Lima llamamos "la inclusión social". Denuncia que Aidesep no hace nada por ellos y que hay gente que se hace pasar por iskonawa para acceder a beneficios.
—Somos oro de gente —dice Isabel.
Los iskonawas que trabajan en el Zambito se han dado cuenta de que rescatar su idioma también tiene un lado práctico. Necesitan hablar iskonawa para demostrar que pertenecen a una etnia con derechos.
—Se han dado cuenta —explica Zariquiey— de que el idioma es una herramienta política de afirmación étnica.
Después de semanas de trabajo a 35 grados y rodeados de mosquitos, Zariquiey, los iskonawas y un grupo de estudiantes de lingüística de la PUCP ya tienen listo el primer borrador del Diccionario Iskonawa.
Aún continúan elaborando la gramática. Durante décadas, hablar iskonawa fue motivo de vergüenza, una evidencia de su pasado "calato". Para adaptarse tuvieron que aprender y usar el shipibo. Por eso, aún hoy, que se han convencido de la importancia de su propio idioma, a los iskonawas les cuesta no mezclarlo con el shipibo.
Salvar un idioma no es fácil. Especialmente si solo quedan tres personas que lo usan para pensar.
HOY, bailamos al estilo rewinki, abrazados en círculos. Una de las canciones pertenece al antediluviano género pachanguero de "hombres contra mujeres". Primero, ellos les dicen que les apesta la entrepierna; ellas responden:
—Isan koro wistori —al parecer hay una palabra para definir específicamente al pene pequeño—. Epe uá katsari —o sea, además, apestoso como la flor de la papaya. Todos se matan de la risa— .
Le pido a Isabel que me cuente un cuento que le contaban de niña y así aparece la historia de Rushumawi, el pelejo (una especie de perezoso): Había una vez un ladrón de plátanos. El principal sospechoso era un joven con la espalda llena de arañazos. Una noche, el dueño de la chacra de plátanos siguió al joven y lo descubrió todo: el chico robaba plátanos para conseguir los favores sexuales del perezoso. Por eso tenía la espalda arañada. El dueño de la chacra le tiró un flechazo a Rushumawi. Fin. Isabel se ríe de mi cara de desconcierto.
El equipo de estudiantes de lingüística trabaja, sudando y llenos de picaduras de mosquitos, fascinado por las particularidades específicas del idioma iskonawa. No son solo las onomatopeyas y las siete formas de pasado. Hay muchas reduplicaciones. Por ejemplo: "comer" es pi; "estar comiendo" es pi pi. Los iskonawas tienen un oído melódico y divertido.
—Waewaewaewaewae —así suena el inglés, según la desopilante imitación de Juanita de los misioneros—.
Son pequeñas escenas de un trabajo de rescate que no terminará aquí. Un equipo de la PUCP, encabezado por Patricia del Río, está realizando un documental sobre esta labor de salvataje. Dentro de unos meses, Nelita y los más jóvenes serán capacitados en el uso de computadoras con software en iskonawa. La resurrección del idioma parece una utopía. No existe una escuela iskonawa para la que se puedan desarrollar módulos de enseñanza del idioma. Zariquiey planea elaborar juegos para que cada familia se los lleve a casa. Algo así como la privatización del rescate.
La única pequeña luz de esperanza se llama Ian, el nieto de Nelita, de 3 años, que corretea por ahí hablando un poco de iskonawa. El mundo de los Hijos del Páucar se niega a morir.
Ya nos hemos despedido cuando Juanita, Isabel y Nelita nos sacan a bailar un último rewinki. Bailamos abrazados en círculos. Ellas cantan una melodía que suena a pájaros, a felicidad y a hasta luego. Me da vergüenza preguntar por la traducción.
HACE TRES AÑOS, el lingüista Roberto Zariquiey, especialista de la PUCP en lenguas amazónicas, estaba trabajando su tesis de doctorado en Ucayali, cuando le pidieron ayuda para una shipiba. Zariquiey fue al hospital de Yarinacocha y allí conoció a Nelita Campos, que estaba muy grave.
—Yo no soy shipiba —le dijo Nelita cuando empezó a recuperarse—. Iskonawa soy.
A Zariquiey se le encendieron todas las alertas. ¿Quedaban iskonawas vivos? En algunos catálogos idiomáticos el iskonawa figura como extinto. Los iskonawas contactados en los 50 se habían desvanecido, desperdigados por todo Ucayali.
Aquella vez, Russel y Davidson no tuvieron mejor idea que “civilizarlos”. Los sacaron del pie del Ruebiri, los vistieron como manda la Biblia y los llevaron a Callería, a vivir a un poblado shipibo llamado Nuevo Jerusalén. Las enfermedades diezmaron a casi todos
—Cuando vivía en Ruebiri no me enfermaba. ¡Nada! —dice Nelita, quien tenía unos 10 años cuando llegaron los misioneros—. Acá hay bastante enfermedad.
Luego, en los 70, la hija de Russell murió ahogada en la selva y los misioneros regresaron a los Estados Unidos. Los pocos iskonawas sobrevivientes quedaron abandonados a su suerte. La mayoría se fue de Nueva Jerusalén. Una verdadera diáspora.
Por medio de Nelita, durante tres años Zariquiey se dedicó a reunir a los últimos iskonawas "contactados". Su proyecto: la documentación, el registro y la revitalización del idioma iskonawa. A través de la PUCP, donde es profesor del Departamento de Humanidades, y la Tufts University, consiguió un financiamiento de la National Science Foundation.
Según The Economist, salvar un idioma cuesta 192 mil dólares por un trabajo de tres años. Zariquiey y su compañero José Mazzotti, investigador de la Tufts, no han conseguido tanto dinero. Pero tienen un plan.
ANTEAYER, llegamos al Zambito, una ex discoteca convertida en albergue en el caserío de San José, a 40 minutos de Pucallpa. Aquí, una decena de iskonawas, reunidos desde distintos rincones de Ucayali, está trabajando junto a Zariquiey, que les paga una remuneración semanal por su tiempo.
De los diez, solo cinco, los más viejos, hablan iskonawa fluidamente y aseguran pensar en ese idioma. De ellos, dos, los varones, están casi sordos. José Rodríguez, que alguna vez se llamó Chibi Kanwa, se sienta y mira al grupo con una sonrisa. Pablo Rodríguez, esposo de Nelita desde que ella tenía 10 años y él 15, escucha un poco mejor pero, la verdad, tampoco aporta mucho.
—Ya está viejo mi marido —se ríe Nelita.
Lo cierto es que las mujeres iskonawas parecen envejecer mucho mejor que los hombres. Nelita, que ya debe pasar los 60 años, conserva una larga cabellera azabache. Más sorprendente aún es Juanita, la mayor del grupo, que ya tenía hijos cuando llegaron los misioneros en el 59 y que tiene solo una que otra cana por allí. Juanita casi no habla español, sino una mezcla de iskonawa con shipibo.
—Mi irukuin —me dice con una sonrisa picarona.
"Te está diciendo que eres bonito", me traducen. Lo malo es que me entero de que también le dijo lo mismo a Zariquiey.
—Es gente muy cortés, muy cariñosa, muy física. Te tocan mucho cuando te hablan —explica el lingüista—. Y nunca me habían besado tanto.
"Mi irukuin" es una forma encantadora de expresar simpatía, afecto, cariño. Si el iskonawa desaparece, nadie volverá a piropear así a nadie. Nunca más. Esa forma de amor se habrá perdido para siempre.
Salvar lenguas es, cada vez con mayor apremio, una emergencia cultural en un mundo en el que, gracias a la globalización, algunos calculan que el 90% de idiomas habrá desaparecido dentro de 100 años.
En el Perú, tenemos una gran riqueza idiomática: según la Unesco, albergamos más de 60 lenguas, la mayoría amazónicas (un fenómeno curioso: en las zonas calientes del planeta hay más diversidad de idiomas). La mayoría de ellas, también, en serio peligro de extinción.
—Cuando pierdes un idioma —dijo Kenneth Hale, colega de Chomsky en el MIT— pierdes una cultura entera, una riqueza intelectual, una obra de arte. Es como tirar una bomba en un museo.
AYER, Isabel se aburrió de hablar del pasado. Ella es la más joven de los cinco iskonawas y quiere hablar del futuro.
Isabel es la hija de Juanita. Debe rondar los 55 años, era casi una bebé cuando llegaron los misioneros. A los 12 años su mamá la casó con alguien de 40, que le gritaba porque ella no sabía cocinar. Tuvo dos hijos, que se enfermaron y murieron.
—Así mi vida pasando —dice—. Yo he sufrido.
Por eso, ella quiere hablar del ahora y del mañana. Isabel denuncia que en la únicacomunidad iskonawa reconocida oficialmente, llamada Chachibai en honor a su último líder, casi no quedan iskonawas. Algunos shipibos, no todos por supuesto pero los suficientes, los maltrataban, se burlaban de "los calatos" y los trataban de ignorantes.
El líder de Chachibai se llama William, un chico de 24 años que es mitad shipibo y mitad iskonawa y que también está trabajando con Zariquiey. William, jean a la cadera y poloapretado, acepta que la última familia iskonawa que queda en Chachibai es la suya.
Los otros iskonawas denuncian que Chachibai, en el límite con la Sierra del Divisor, está tomada por los madereros. La última comunidad iskonawa, formada en el 2003 y protegida por la ley peruana, es, en realidad, shipiba y no está realmente protegida.
Isabel sabe que hay dinero en el mundo para lo que en Lima llamamos "la inclusión social". Denuncia que Aidesep no hace nada por ellos y que hay gente que se hace pasar por iskonawa para acceder a beneficios.
—Somos oro de gente —dice Isabel.
Los iskonawas que trabajan en el Zambito se han dado cuenta de que rescatar su idioma también tiene un lado práctico. Necesitan hablar iskonawa para demostrar que pertenecen a una etnia con derechos.
—Se han dado cuenta —explica Zariquiey— de que el idioma es una herramienta política de afirmación étnica.
Después de semanas de trabajo a 35 grados y rodeados de mosquitos, Zariquiey, los iskonawas y un grupo de estudiantes de lingüística de la PUCP ya tienen listo el primer borrador del Diccionario Iskonawa.
Aún continúan elaborando la gramática. Durante décadas, hablar iskonawa fue motivo de vergüenza, una evidencia de su pasado "calato". Para adaptarse tuvieron que aprender y usar el shipibo. Por eso, aún hoy, que se han convencido de la importancia de su propio idioma, a los iskonawas les cuesta no mezclarlo con el shipibo.
Salvar un idioma no es fácil. Especialmente si solo quedan tres personas que lo usan para pensar.
HOY, bailamos al estilo rewinki, abrazados en círculos. Una de las canciones pertenece al antediluviano género pachanguero de "hombres contra mujeres". Primero, ellos les dicen que les apesta la entrepierna; ellas responden:
—Isan koro wistori —al parecer hay una palabra para definir específicamente al pene pequeño—. Epe uá katsari —o sea, además, apestoso como la flor de la papaya. Todos se matan de la risa— .
Le pido a Isabel que me cuente un cuento que le contaban de niña y así aparece la historia de Rushumawi, el pelejo (una especie de perezoso): Había una vez un ladrón de plátanos. El principal sospechoso era un joven con la espalda llena de arañazos. Una noche, el dueño de la chacra de plátanos siguió al joven y lo descubrió todo: el chico robaba plátanos para conseguir los favores sexuales del perezoso. Por eso tenía la espalda arañada. El dueño de la chacra le tiró un flechazo a Rushumawi. Fin. Isabel se ríe de mi cara de desconcierto.
El equipo de estudiantes de lingüística trabaja, sudando y llenos de picaduras de mosquitos, fascinado por las particularidades específicas del idioma iskonawa. No son solo las onomatopeyas y las siete formas de pasado. Hay muchas reduplicaciones. Por ejemplo: "comer" es pi; "estar comiendo" es pi pi. Los iskonawas tienen un oído melódico y divertido.
—Waewaewaewaewae —así suena el inglés, según la desopilante imitación de Juanita de los misioneros—.
Son pequeñas escenas de un trabajo de rescate que no terminará aquí. Un equipo de la PUCP, encabezado por Patricia del Río, está realizando un documental sobre esta labor de salvataje. Dentro de unos meses, Nelita y los más jóvenes serán capacitados en el uso de computadoras con software en iskonawa. La resurrección del idioma parece una utopía. No existe una escuela iskonawa para la que se puedan desarrollar módulos de enseñanza del idioma. Zariquiey planea elaborar juegos para que cada familia se los lleve a casa. Algo así como la privatización del rescate.
La única pequeña luz de esperanza se llama Ian, el nieto de Nelita, de 3 años, que corretea por ahí hablando un poco de iskonawa. El mundo de los Hijos del Páucar se niega a morir.
Ya nos hemos despedido cuando Juanita, Isabel y Nelita nos sacan a bailar un último rewinki. Bailamos abrazados en círculos. Ellas cantan una melodía que suena a pájaros, a felicidad y a hasta luego. Me da vergüenza preguntar por la traducción.
El texto LOS ÚLTIMOS ISKONAWAS es muy interesante porque es importante considerar involucrarse en este tema dado que forma parte de la riqueza del Perú, ya que describe la situación de cinco ancianos que sobreviven en la Amazonía de Ucayali conservando su identidad lingüística y el esfuerzo de estudiantes de lingüística de la Universidad Católica por registrar la lengua Iskonawa.
ResponderEliminarEn donde menciona que solo los ancianos conocen muy bien las canciones iskonawas, sus cuentos y como han nacido sus costumbres en su comunidad. Pero al pasar de los años, los iskonawas han tenido un cruce de culturas con otros grupos; por eso mucho de ellos se han separado y por la misma razón muchos jóvenes iskonawas no hablan muy fluido su lengua, porque usan más palabras del shipibo, a pesar que las dos lenguas tienen cierto parecido, cada una conserva una cultura distinta. El texto se basa en una retrospectiva, en donde los ancianos cuentan que hace mucho tiempo vivían cientos de ellos en una zona muy oculta de la selva de Ucayali y al pie de un cerro llamado por los iskonawas “Ruebiri”. Ahora los últimos iskonawas ya no viven allí, sino en diferentes rincones de Ucayali. Para que esta lengua no desaparezca, el lingüista Roberto Zariquiey con un grupo de estudiantes de la Universidad Católica PUCP han reunido a los diez iskonawas para ayudarlos a reconocer, valorar y salvar su lengua. En unos meses, los más jóvenes aprenderán a usar computadoras con programas especiales hechos en su idioma.
La esperanza de que la cultura y lengua iskonawa sobreviva está en el trabajo de personas como Robert Zariquiey que se preocupan en recuperar una de las muchas comunidades amazónicas olvidadas por el Gobierno de nuestro país. Una labor importantísima porque permitirá rescatar el idioma y con ello también la historia de un pueblo.
Es un buen texto por que resalta el gran valor que se debe tener a las culturas indígenas, pues ellos son parte de nuestra identidad cultural, el idioma iskonawa según el texto está desapareciendo, y es verdad, resalto mucho el texto porque en ello se trata de mostrar la realidad en que una cultura esta, para eso se está tratando de crear un proyecto para preservar la existencia del idioma, el texto también refleja un poco las características de instrumentos de investigación antropológica, en ello están inmiscuidos, la observación participante dentro del trabajo etnográfico y entrevistas antropológicas. Vale la pena apoyar y aplaudir a estas personas que se preocupan por estas culturas en proceso de desaparición de lado de sus costumbres y por seguir revalorando su cosmovisión.
ResponderEliminarKevin Ramírez Cerrón
Los últimos iskonawas es un texto que demuestra que en el Perú tenemos diversidad de lenguas y que hacen que nuestra región se muy rica y variada en ese sentido. Las personas que trabajan en salvar una lengua se merecen un apoyo y aplauso tremendo, porque están valorando nuestra identidad cultural y por lo tanto no quieren que se pierda ni que se quede en el olvido como muchas lenguas.
ResponderEliminarEs duro el trabajo que hacen para tratar de rescatar un idioma y este texto nos demuestra que en el Perú hay infinidades de lenguas sin conocerse y que existen muchas instituciones trabajando duro para que no se pierda.
y por lo tanto es importante el apoyo de cada una de las personas para hacer que los diferentes lenguas que existen nose desaparezcan. Y no que hay que olvidar que cuando se pierde un idioma, se pierde una cultura entera, una riqueza intelectual, una obra de arte. Es como tirar una bomba en un museo. Creo que es momento de empezar a valorar nuestra cultura.
lesly lorena shahuano soplin.
La globalización va trayendo grandes cambios consigo, y la literatura no ha escapado de ello. Las relaciones que van surgiendo entre lo clásico de los géneros literarios y las nuevas invenciones nos muestran el lado más bello de la palabra.
ResponderEliminarLos últimos Iskonawas es un claro ejemplo de estos cambios. La hibridez que surge de lo narrativo con lo periodístico me generan una cierta confianza , como si lo hubiera escrito un antropólogo loco que hizo lo suyo con los instrumentos de campo, pero no, es un periodista dando arte a la palabra, reafirmando la libertad y la virtudes del escribir.
Por otro lado el conocimiento de esta comunidad indígena tiene un enorme valor para la historia amazónica, Marcos Sifuentes fomenta interés al investigador : donde estuvieron todo este tiempo? Cuál es su historia? Su cosmovisión?
Un sin fin de preguntas que esperan ser respondidas. =)
Está claro que el Perú es un país rico en muchos aspectos, como por ejemplo fauna, flora, culturas, lenguas, etc. Y que no sabemos sacar buen provecho o no sabemos utilizarlos de manera adecuada a las riquezas que poseemos. La llegada de la globalización tuvo sus consecuencias buenas y malas, como por ejemplo la perdida de las culturas, sus orígenes, la escencia de las personas, y que las personas se iban aculturando y tratando de adaptarse a la globalización. El texto nos invita a reflexionar sobre lo que está pasando con los Iskonawas, son tan solo 5 personas y son ancianos que hablan sus propio idioma y son ellos los que están preocupados porque el día que ellos ya no estén prácticamente la lengua iskonawa, sus culturas, etc. Ya no va a existir, porque los demás prácticamente decidieron vivir en el mundo de la globalización y se fueron aculturan hasta ya no hablar su idioma aborigen. Y el que haya grupos que quieran rescatar el idioma y la cultura Iskonawa, quiere decir que hay personas que no son iskonawas que quieren que esa cultura no se extinga; enseñando el idioma y otras cosas.
ResponderEliminarEstos grupos deberían recibir ayuda tanto económica, social y política, ya que el prevalecer y el evitar que la cultura e idioma no se extingan no se podrá dar tan solo con “las ganas”, “el querer de las personas” si no también de ayudas. No debemos dejar que la globalización afecte a nuestros hermanos indígenas, al contrario apoyarlos para que sus culturas no sean menospreciadas, extinguidas. Quizás ahora el que sus lenguas no se extingan depende más de ellos que de los demás porque son los únicos que hablan ese idioma y ellos deberían enseñar a las personas indicadas para que así estas personas enseñen a otras. Y creo que el estado también debería apoyar no solo en el colegio con cursos de inglés, francés si no también lenguas de las diversas culturas que tenemos. Este proyecto ya se da en otros países, y no puede ser que en el nuestro que contamos con culturas importantes y quizás con muchas más culturas que en otros países, nos quedemos atrás y no impulsemos a enseñar y aprender la cultura de nuestro propio país, y de esa manera ayudar a que las culturas no se extingan de esta manera como está pasando con los ISKONAWAS
NILA SUSANA VASQUEZ MENDOZA
El Perú es un país muy diverso donde habita muchas comunidades nativas que hoy en día son desconocidas y desatendidas por nuestra sociedad y el estado. Los últimos iskonawas nos relatan la formación y creación de esta etnia, la génesis de esta, sus costumbres y la forma como se identifican. Nos habla sobre la separación de esta grupo, la cual sufren muchas comunidades por factores de migración o riesgo de intervención extranjera, la cual es un elemento a la extinción; haciendo mención la llegada de los misioneros con su ideología evangelista que termino separando a este grupo.
ResponderEliminarEl autor menciona el trabajo que se hizo para la recuperación del lenguaje el refortalecimiento que se dio ya que este idioma es muy rica y no muy común entre las etnias amazónicas. Estas lenguas o idiomas se van perdiendo por la falta de atención o el falso interés que le prestan. Ahora solo se puede apreciar pocas personas de este grupo étnico que nominan el idioma; por eso el labor de refortalecimiento del idioma es muy complicado, tomándose como o fuente muy importante a esas pocas personas. Dando como un inicio con los relatos de un término de una historia ya terminada que no se repetirá peo si se puede reconstruir con la memoria y el interés de querer revivir y dar valor a este idioma y reunir a las pocas personas para formar nuevamente esta grupo étnico.
La realidad mostrada en la lectura es muy importante en la actualidad, la globalización y el contacto con las comunidades están siendo uno de los factores de la perdida de costumbres. No se trata de cambiar sino de conservar y fortalecer.
PERCY GERBER PEÑA FLORES (angel sin alas)
Asi como los Iskonawas hay muchos pueblos originarios desaparecidos en nuestra amazonia, como en el siglo XXI podemos hablar de aislamiento voluntario? ningún pueblo es aislado de ninguna sociedad, cuando desaparece un pueblo pierde toda su riqueza, su cosmovisión, su idioma, etc.- Es decir toda una biblioteca (libros) se quema, hay personas, ONG que se dedican al aprovechamiento a los pueblos indígenas, una forma de negocio aprovechando de sus necesidades que en fondo tiene sus propios intereses, claro no todas las ONG, personalmente la PUCP, es una Universidad que se dedica a las investigaciones que tenga impactos en nuestra sociedad discriminatoria como la peruana, nuestro pais es multicultural pero sim embargo no tiene un plan de desarrollo de los pueblos originarios peor de los Gobiernos Regionales, municipales,. al contrario el estado peruano tiene el concepto que los pueblos son el osbtaculo del desarrollo, falta de conocimiento de la realidad amazonicas, donde hacen creer que los ancestrales es lo malo por ser indigena es lo inferior al mestiso, donde el evangelio predente alejar de sus costumbres de su propio historia como pueblos lo peor que las materiales, historias, cosmoviones son del diablo del satanas, aligual que los hermanos Iquito hay solo varias familias estan en un proceso de rescate de este pueblo que es muy importante para los pueblos organizados en organizaciones indigenas.
ResponderEliminarRicardo Diaz Vasquez.
El texto de los iskonawas nos hace reflexionar, mostrándonos parte de la relidad que pasa en nuestra sociedad o en el país. Ya que esta claro que en la amazonia y en el Peru existen diversidad de culturas indígenas. Es una realidad que nuestra misma sociedad esta dejando de lado, ya que no todas las comunidades indígenas son apoyados por el estado, autoridades, etc. Y es por el descuido de las personas que tienen mas alcance y sustento no solo económico para ayudar a las personas de las diferentes comunidades, para que sigan dando el brillo que les caracterizan.
ResponderEliminarEs por eso que las comunidades al no tener apoyo, tanto económico, salud, alimento deciden salir de sus lugar de origen y deciden migrara otros lados donde que puedan al menos recibir la ayuda necesaria. Muchas personas no se dan cuenta que perdimos muchas culturas y con ellas sus riquezas, sus costumbres, su lengua. Y en vez que las personas se dediquen a usar este problema mintiendo a los indígenas para el beneficio propio de su proyecto o investigación; engañándolos, prometiéndoles cosas, dándole por un tiempo lo que necesitan para exprimir toda la informacion que ellos usaran después para que beneficien a su sociedad. YA BASTA! Estas personas, ONG, El Estado deberían ayudar a que las comunidades que están vivas y las que están a punto de extinguirse a raíz de la globalización, ya no desaparezcan, porque nos hacemos pobres en cultura, cosmovision, cuando a cada país le hace su gente y no podemos estar perdiendo las culturas. Debemos apoyar a las personas que están haciendo el proyecto de ayudar y tratar de salvar las culturas que están apunto de desaparecer ya hemos perdido muchas culturas y dejemos que nos convirtamos pobre también en culturas, cosmovisión, lengua, etc.
KEFFER YALTA AREVALO
En el Perú existe una diversidad étnica y cultural, que la sociedad debería sentierse, honrada y satisfecha por poseer tremenda riqueza cultural. en el caso de los ISKONAWAS, este grupo étnico, lamentablemente, esta a punto de desaparacer, perdiéndose un incomparable conjunto de saberes ancestrales, costumbres y tradiciones, que vista desde sus propios términos, son válidos, para interpretar el mundo y la realidad de acuerdo a su concepción. es necesario plantear ya alternativas de solucion para este tipos de problemas culturales, es necesario la intervención del estado, que no hace nada, por los pueblos indigenas. Por ejemplo, un caso reciente, la toma del aeropuerto de Andoas, por parte de los hermanos Achuares del Pastaza.
ResponderEliminarAntony G. Gomez Vasquez.
LOS ÚLTIMOS ISKONAWAS
ResponderEliminarDesde mi perspectiva: la cultura es aprendida desde el primer grupo social en el mundo, el enfoque de James L. Peacock en su libro “la lente antropológica”, señala a la cultura como : “una forma duradera de pensar y ordenar nuestras vidas que sobrevive a la lucha por la existencia”, en el mismo ejemplar Edward Tylor afirma desde un sentido etnográfico a la cultura que “es ese complejo universo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, las leyes, las costumbres entre otras, adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad”. Los Iskonawas no son la excepción, si no que forman parte de este complejo mundo y como toda cultura originaria ésta posee una auténtica historia toda una cosmovisión única y trascendental (mitos, ritos, leyendas, conocimientos, idioma, creencias, costumbres, tradiciones, organización, etc. Partiendo desde una mirada diacrónica los Iskonawas probablemente en una época determinada eran gran número de integrantes, algunas fuentes datan que uno de los patrones de genocidio es la violencia seguramente en una época debido al sometimiento hacia una sociedad esclavista, en el que las conquistas por otros pueblos, el sometimiento y el saqueo eran permanentes. cabe señalar que uno de los temas importantes y resaltantes de la historia amazónica son las misiones, que también lo es en el pueblo Iskonawa, los más visibles eran los jesuitas quienes enseñaban a los amazónicos para “combatir el mal” y de una u otra manera civilizarlos, es decir, sacar del estado salvaje al pueblo o a las personas, hasta hace poco tiempo se creía que este pueblo originario estaba extinto, lo cierto que en la actualidad existen un pequeño grupo de personas auténticas de esta cultura, quienes en los últimos tiempos son objetos de estudio por parte de ONGS, lingüistas, universidades, periodistas, empresas como la petrolera colombiana “PACIFIC RUBIALS” también gran parte de la zona geográfica está conformada o apropiada por madereros, mineros y otros que implica que esta zona deje de ser una comunidad indígena.
Muy aparte de poner como objetivo al “otro” es bueno reflexionar y concientizarnos de cómo debemos aportar a que una cultura como los Iskonawas emerjan nuevamente; es lamentable que seamos solo expectores de una cultura apunto de apagarse en cuestión de segundos como una estrella fugaz. Por último quiero señalar al idioma Iskonawa como un motor de vida y a su lenguaje como vehículo de transmisión de toda una vida, de conocimientos ancestrales; coincido con muchos autores sean antropólogos u otras especialidades en cuanto afirman que “al perderse un idioma, desaparece la cultura misma”.
Estudiante: Valeria Jazmín Arce Núñez
Me impreciono mucho por el tema de ISKONAWAS porque se trata de como rebalorar nuestra propio cultura que tenemos en nuestra amazonia peruana porque nuestro region loreto es una region, que esta rodeado de los pueblos indigenas lo cual es una region multietnico, multicultural y multilingue. Quien nes son orijinacios de su propio territorio donde vivieron sus propios ansestros lo cual tienen sus propios vision y sus misiones es poreso que ellos bienen luchando por sus territorio lo cual el estado no respeta el convenio 169 dem OIT, que ampara a los pueblos indigenas.
ResponderEliminarAlumno Abraham Perez Musoline.
Entre la realidad y el mito sobre una cultura ISKONAWA que son hijos de paucar de lo cual ellos interpretan su origen al mundo para dar una explicación de donde nacen y que en la actualidad sufren un impacto social, cultural de como se va desapareciendo su lengua a si como ellos hay muchas mas etnia que va desapareciendo, a pensar que hay mucha riqueza dentro de su cultura como la medicina tradicional su forma de administrar su recurso económico, pero lamentablemente vivimos en un país sesgado de su realidad.
ResponderEliminarJOEL MUSOLINE ACHO.
El hombre orgulloso y las avispas
ResponderEliminarHabía un hombre muy orgulloso. Él tenía su cuñada y le dijo:
—Cuñada, encontré un panal de avispas.
Valores que se expresan en los cuentos tradicionales 105
Dijo también a su suegro:
—Suegro, encontré avispas semejantes a las isulas. Están en el árbol
hueco.
Entonces su suegro le dijo:
—Anda, yerno, quema las avispas para comer sus ninfas con yuca.
Él les dijo a sus hijas:
—Hijas, vayan acompañando a su cuñado.
—Muy bien, papá, lo acompañaremos.
Entonces se fueron. Cuando llegaron a donde estaba el árbol hueco
vieron a las avispas de color amarillo volando alrededor del hueco. Estaban
en un árbol muy duro. El hombre se metió adentro aunque su cuñada le
dijo:
—Cuñado, no te metas porque allí están las avispas. Tienes que preparar
hojas secas de palmera para quemarlas.
Pero él dijo:
—No, cuñada, siempre hago así. Cuando saque todas las ninfas, “contare
contare”, te las daré.
Entonces sus cuñadas empezaron a reirse de él “iji iji iji”. Él era orgulloso
para que sus cuñadas llegaran a quererlo. Se metió adentro del hueco
del árbol duro. Cuando se metió, lo picaron las avispas por todo el cuerpo.
Cogió todas las ninfas de las avispas “contare contare”, y las tiró hacia afuera “pok”. Logró sacar todas las ninfas. Sus cuñadas se reían de él “iji
iji iji”. Las avispas lo picaron por todo el cuerpo hasta en los ojos y en las
orejas. Se quedó quieto y dijo a sus cuñadas:
—Cuñadas, vámonos.
Cuando llegaron cerca de la casa, gritó:
—¡Me picaron las avispas y creo que me voy a morir!
Todo su cuerpo estaba hinchado. Estaba quejándose hasta que murió.
Así acabó su vida y no consiguió tener esposa.
Así es el cuento del hombre orgulloso que se metió en un hueco de
avispas y las avispas lo mataron. (Traducción de Shirampari shamerentzi
ipoña sani por Alberto Pablo Ravírez [Anderson 1986b].)
Sabemos que en nuestra amazonia existen muchas riquezas natural étnica, cultural y hasta económica y también en nuestra amazonia contiene el mayor bosque tropical del mundo, con una de las mayores diversidades bilógicas, étnicas y culturas hay diferentes etnias. Nosotros sabemos hoy en dia muchos están dejando sus constumbres como pasan los iskonawas en pueblos iskonawas parece que están olvidando sus culturas o sus costumbres dice que hay 05 Ancianos nomas que manejan sus culturas. cuando un pueblo se olvidan sus costumbres se pierden todo, por eso para nosotros es importante revaloral nuestras culturas. No solamente pasan los iskonawas hay muchos pueblos que se olvidan su culturas la cultura no pierden sino la gente mismo olvidan la gente no quieren practicar sus culturas sabemos que la cultura son vivas como los seres humanos si no practican nuestra cultura cuando muere nuestros abuelos con el muere las culturas con el se desaparecen por eso para nosotros es importante revaloral nuestras culturas tanto en la ciudad, en pueblos campesinas o pueblos indígenas.
ResponderEliminarEST: Juan manquid bina cane
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta Lactura que he leído es muy interensante y me gusto mucho.Es una de las lenguas que se habla en el pueblo ISKONAWAS, lleva mucho tiempo que hablaban los viejos y de tiempo la población iskanawas ya dejaron de hablar y quedaron cinco ancianos. De los cuáles dos eran sordos, ahora en la actualidad si sabemos que existe la lengua iskonawas, las instituciones que se encargan son quienes deben asumir para que la lenguas no se pierdan ,es bueno mantener viva las culturas, costumbres de cada pueblo y su forma de vivencias .son muchos lenguas y pocos que los mismos originarios no hablan y hasta no se identifican tal como son. Eso es la pura realidad ahi es donde muchos pierden sus costumbres y su cultura.
ResponderEliminarLa pregunta: ¿por que cuando los extrangeros llegan son los primeros en interés de aprender y vivir la realidad de cada pueblo? ¿por que nosotros como originarios no?
En nuestra Amazonia Peruana, existen una variedad de etnias que identifica cada uno sus propias culturas.Teniendo una valoración única, en la lectura Los Últimos Iskonawas, es una lectura muy interesante y a la misma vez importante por que nos da un ejemplo desde la forma de vida que llevan estos habitantes y como poco a poco se fueron extinguiendo, por eso luchan por rescatar su identidad, y gracias a los investigadores llegamos a saber su existencia en la actualidad, por que para ellos y para uno mismo perder un idioma, implica perder una cultura entera, una riqueza intelectual, una obra de arte entre otras mas. Por eso, es que se lucha por salvar una lengua. Que mayormente se va perdiendo en toda la amazonia ya que muchas veces no son valorizadas, de forma general, por que cada cultura nos identifica con nuestras propias costumbres y tradiciones que se obtiene cada día, y por eso debemos estar orgullosos del lugar de donde pertenecemos y luchar por una igualdad de derechos.
ResponderEliminarEstudiante. Keira Rodriguez Vasquez
El texto los últimos iskonawas es muy interesante, porque describe la realidad de cinco ancianos, dos de ellos sordos que sobreviven en la amazonia de Ucayali valorando su identidad cultural. Los iskonawas están a punto de perderse su costumbre, cultura, idioma y cosmovisión; que es parte de ellas. ¿Qué podemos hacer para que no pierda su cultura?
ResponderEliminarRevalorar a los ancianos para que les enseñe a los jóvenes sobre su costumbre, cultura, idioma. Y también los responsables de las organizaciones de base coordinen con las autoridades regionales provinciales y distritales para que los ancianos sean considerados como maestros sobre (conocimientos ancestrales) y enseñe por cierta hora de clases, y llamar a los ancianos para que nos cuenten las experiencias y conocimientos acumulados antes que se mueran y reproducir en libro.
Estudiante: Merino Ushap Entsakua.